Como les había anunciado, el tema era el Otoño.
Estábamos casi en el horario de comenzar el
taller con el primer grupo, los chicos jugando afuera, cuando apareció “El
Dueño de Todo” y los retó por corretear y gritar.
Mientras los grandes se iban a la plaza y el
grupo de pequeños entraba a la sala de cuentos (un poquito antes de tiempo pero
a salvo del susodicho) apareció el pajarito que nos contó que el Dueño de Todo
suele declarar sin tapujos que no soporta a los niños.
Casualmente (por esas tramas maravillosas que
a veces se nos manifiestan y nos dan motivos, impulsos para escribir) ese día
iba a contarles un cuento de Oscar Wilde, “El gigante egoísta” publicado junto
a El Príncipe Feliz, en 1888.
El Gigante Egoísta es dueño de un hermoso
jardín que conserva su vida y color gracias a los niños que van a jugar allí, a
la salida de la escuela. Cuando el gigante vuelve de su viaje y los descubre,
inmediatamente los hecha y cuelga un gran cartel con la prohibición y el anuncio del castigo… Entonces
llega el invierno, se instala y no se va más… hasta que el gigante comprende
quiénes le dan vida al jardín… y el cuento se resuelve con la conversión del
malo…
Me dio una inmeeeeensa satisfacción contarles
este cuento. Mucha más satisfacción que si hubiera salido a defenderlos y a decirle
algunas cosas al Dueño de Todo.
Al final del taller, escribimos papelitos en
formas de hojas de Otoño (el tema supuestamente era el Otoño, no el Gigante).
Algunos eran mensajes al Gigante Egoísta y otros versos disparatados que se les
ocurrieron a los chicos.
Los pusimos en la vidriera, entre los libros…
No vaya a ser que el Dueño de Todo pase por ahí… se detenga a leer y comprenda quiénes son los que le están dando vida a su jardín…
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Imagen tomada del blog "En clave de Niños". |